Testimonio RAFA Y CECY

Dos semanas después de haber celebrado nuestra boda, una invitación nos condujo a una reunión de jóvenes que cambiaría el curso de nuestras vidas. Durante ese encuentro, nos compartieron las buenas nuevas del evangelio, y en un instante lleno de certeza y alegría desbordante, acepté a Jesucristo en mi vida. Sin embargo, para Rafael, mi esposo, la reacción fue diferente, marcada por la indignación y el rechazo. Lo recuerdo marchándose de aquella reunión, enojado y escandalizado, declarando que jamás pondríamos un pie en un lugar así y que no volvería a tratar con esa supuesta «pandilla de locos».

Nuestro matrimonio joven comenzó a madurar con el tiempo, trayendo consigo momentos de belleza y asombro, como el nacimiento de nuestros hijos. Pero también, enfrentamos desafíos dolorosos, especialmente la lucha contra el alcoholismo que afligía a Rafael. Nuestro hogar se vio inmerso en el caos y el desorden que el alcoholismo trae consigo, amenazando con destruir lo que habíamos construido juntos. Sin embargo, en el año 1990, una promesa divina se manifestó en mi vida a través de Hechos 16:31: «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y toda tu casa». Esa promesa se convirtió en el faro que iluminó mis oraciones fervientes, suplicando a Dios por la recuperación de mi esposo y por la fortaleza necesaria para aguardar el día en que Rafael se postrara a los pies de Cristo. Confieso que hubo momentos en los que mi voluntad flaqueó, en los que consideré abandonar, pero el Espíritu Santo me sostenía, recordándome la promesa que ya estaba sellada.

El año 2020 llegó finalmente, marcando tres décadas desde que aquella promesa había sido hecha. En cumplimiento de las palabras divinas, Rafael emergió victorioso del abismo del alcoholismo, transformado en un hombre libre, comprometido con el amor y el servicio a Dios. Toda nuestra familia, como un testimonio viviente de Su gracia, también encontró salvación en Él. Esta historia se teje con la convicción de que «Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta» (Números 23:19). Cada palabra hablada se cumplió, cada promesa se realizó, y hoy celebramos el poder redentor que ha obrado maravillas en nuestra vida.

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