«El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.» – 1 Corintios 13:8
Este versículo se encuentra dentro del conocido capítulo sobre el amor en la Primera Epístola a los Corintios. Aquí, el apóstol Pablo nos está hablando sobre la naturaleza eterna del amor y cómo se compara con otras manifestaciones espirituales temporales.
«El amor nunca deja de ser» nos recuerda que el amor es una virtud duradera y eterna. A diferencia de los dones espirituales que pueden tener un fin, el amor es atemporal y siempre relevante. Es el fundamento de nuestra relación con Dios y con los demás.
«Las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará» nos muestra cómo los dones espirituales que eran prominentes en la comunidad corintia, como la profecía, el hablar en lenguas y la sabiduría, eventualmente cesarán. Estos dones son importantes, pero tienen un propósito limitado en el tiempo y en la medida en que se necesiten en la iglesia.
1 Corintios 13:8 nos enseña sobre la supremacía del amor en comparación con los dones espirituales temporales. El amor es la fuerza constante que trasciende las limitaciones y que debe ser la base de nuestras relaciones y acciones en el reino de Dios.